El Juego es una actividad propia del ser humano, se presenta en cada niña y niño, aunque su contenido varíe de acuerdo a las influencias culturales que los distintos grupos sociales ejercen.
A esto se suma el hecho de que la sociedad mantiene la capacidad de jugar más allá de la infancia, un ejemplo de lo cual puede encontrarse en las actividades deportivas. Debido a que el juego ha demostrado ser una valiosa experiencia de aprendizaje, en la actualidad se ha superado en gran medida la tendencia a considerar el juego como una inofensiva “pérdida de tiempo” propia de la infancia y se le ha asignado un valor de reconocimiento y participación.

Con la palabra Globalidad hablamos del hecho de que el juego, y especialmente las actividades lúdicas y deportivas, requieren el desarrollo de las personas de forma integral. No existen muchas otras actividades humanas que tengan esta cualidad.
Es fácil entender cómo la prevención de la violencia requiere del ejercicio de capacidades que activan todas las dimensiones de la personalidad de una persona.

Para realizar actividades lúdicas y deportivas, se debe respetar ciertas “reglas” indispensables al momento de implementarlas para que éstas se conviertan realmente en un “terreno fértil” para iniciar un proceso de aprendizaje. Es en este punto en el que la «Actitud» se convierte en un pilar fundamental. 

Esta idea se basa en la voluntad de involucrar a niñas, niños y adolescentes en su aprendizaje poniéndoles de manera voluntaria en situación de descubrimiento y de reflexión. Cada participante, debe descubrir siempre algo nuevo durante las prácticas y tener un espacio para pensar en ellas.